Jon Rahm no pudo ganar el Open de Francia, pero lo cierto es que se quedó muy cerca. De hecho, llegó al hoyo 18 con opciones de forzar el desempate.
El de Barrika salió a un golpe del líder, Alex Noren, que ya estaba en la casa club, y fue a por todas para buscar el birdie. Pegó el drive de salida con el objetivo de dejarse un palo corto para tirar a green y tener así más opciones de hacer el birdie. El drive fue casi perfecto, pero por apenas medio metro acabó en el agua de la izquierda.
Rahm ha completado una semana excelente en París, en el mismo escenario que acogerá la Ryder Cup en el mes de septiembre. Ha demostrado que se entiende muy bien con el Golf National y que puede aportar muchas cosas buenas al equipo en el gran enfrentamiento contra Estados Unidos. El año pasado quedó décimo en este mismo torneo y esta vez ha sido quinto estando arriba en la clasificación de principio a fin. Le gusta el campo y ha conectado con la afición francesa.
La clave de la última vuelta estuvo en el hoyo 12. Hasta ese momento, Rahm llevaba una vuelta inmaculada, perfecta. Iba como un ciclón directo al triunfo. Sin embargo, falló el drive de salida. El clic de una cámara fotográfica en el momento de la bajada del swing le hizo levantar la cabeza y mandó su bola al rough profundo de la derecha. Desde ahí, con la bola casi injugable, necesitó tres golpes para poder sacarla. Acabó haciendo un triple bogey que resultó definitivo… y doloroso.
La decepción de Jon al final del torneo era más que evidente. “Duele mucho más cuando el error viene de fuera, cuando es algo que no es culpa tuya y no puedes controlar. Es mucho más difícil quitarse algo así de la cabeza. Aún así, creo que me rehice bien y fue una pena no haber sabido que se iba a ganar con -7 porque igual habría jugado de otra manera los últimos hoyos”, señaló.
Sea como fuere, Rahm vuelve a brillar con luz propia en un torneo de la Rolex Series y demuestra a Thomas Bjorn que está más que preparado para la gran batalla de la Ryder Cup.