Jon Rahm ha comenzado la temporada con el US Open Championship, otro acontecimiento atípico dentro de este rarísimo año 2020 marcado por la pandemia. El aplazamiento del torneo desde su fecha habitual en junio por culpa del covid-19 a septiembre ha hecho que se ubique en este sitio tan poco habitual en su historia.
El gran protagonista de la semana ha sido Winged Foot, el recorrido de Nueva York que ha acogido este Grande y que ha puesto en grandes dificultades a los jugadores. Tanto es así que sólo uno, el ganador, Bryson DeChambeau, logró terminar bajo par después de los cuatro días.
Fue una semana de nubes y claros para Rahm. Arrancó muy bien el torneo, con una vuelta de 69 golpes que lo situaba a las primeras de cambio en los puestos cercanos a la cabeza, exactamente a cuatro golpes del liderato. El segundo día resistió las embestidas de un campos que se fue poniendo cada vez más fiero. Hizo 72 golpes en un día que apenas tres jugadores consiguieron jugar bajo par. En realidad, se estaba aguantando bien, con el punto de mira puesto todavía en el liderato. De hecho, en ese momento se encontraba a cuatro golpes de la cabeza.
En la tercera ronda fue donde más terreno se dejó. No fue un buen día. Apenas logró un birdie y entregó una tarjeta de 76 golpes que le ponía contras las cuerdas. Prácticamente lo dejaba sin opciones de victoria. Aún así, fiel a se estilo siempre guerrero, Rahm salió a por todas en la ronda final. Firmó una tarjeta de 73 golpes y ganó algunas posiciones. Un doble bogey en el hoyo 18 le impidió acabar aún más arriba. Finalmente, terminó en el puesto 23º, a cuatro golpes del top ten. No fue la semana soñada, pero ni mucho menos fue mala ante un campo muy estrecho, con un rough terrorífico y un greenes muy firmes y rápidos.