Jon Rahm vuelve un año después al lugar de los hechos. Se encuentra esta semana en el Earth Course de Jumeirah, sede del último torneo de la temporada del European Tour, el DP World Tour Championship, la conocida como final de Dubai.
En este mismo escenario fue donde el año pasado conquistó la victoria y recibió el más que merecido galardón al mejor rookie del año. Era la guinda del pastel. El broche de oro a una temporada inolvidable. Una irrupción volcánica.
Este año no ha sido malo, ni mucho menos. Ha ganado algún torneo menos, dos en lugar de tres (de momento), pero por contra ha brillado más en los Grandes con dos cuartos puestos. Ha sido una evolución natural, lógica y poderosa. No hay muchos peros que ponerle, más allá de la exigencia y ambición del propio Rahm que siempre quiere más.
Por supuesto, también quiere ganar otra vez la Final de Dubai. Sólo Henrik Stenson ha conseguido vencer dos años seguidos en este torneo. Sería un hito y, además, la tercera victoria española en diez años, que se dice pronto.
Rahm llega descansado después del más que merecido y necesario descaso tras la agotadora y feliz Ryder Cup. Tenía que parar y es lo que ha hecho. Llega fresco y con ganas a un final de año donde el calendario está despejado, con el objetivo primordial de recargar pilas para el próximo curso.
Su inicio en la Final de Dubai este jueves ha sido estupendo. Ha hecho 67 golpes y se ha colocado en la tercera posición. Firmó siete birdies y dos bogeys, el primero de ellos en el hoyo 16, con un doloroso tripateo. A Jon le dolió especialmente porque suponía el primer bogey después de 50 hoyos en este campo. Es decir, desde el hoyo 1 de la tercera ronda del año pasado. En cualquier caso, se repuso de maravilla con un birdie, tirazo incluido, en el hoyo 18. Jon no ha podido empezar mejor su reconquista en Dubai.