La defensa del título de Jon Rahm en el Farmers Insurance Open se puede dividir en dos partes muy bien diferenciadas. Las dos primeras rondas fueron más de lo mismo del jugador de Barrika, con un juego sólido, a mazazo limpio, brillante de tee a green y definitivo con el putter. Siguió haciendo birdies, atacando, acechando a los líderes como sólo él sabe hacerlo. Se dejó una espléndida oportunidad de renovar la victoria, algo que habría sido extraordinario, aunque finalmente no ocurrió.
En el golf profesional hay dos hitos que son realmente difíciles de conseguir. Uno es encadenar dos triunfos en un mismo torneo dos años consecutivos, y el otro es ganar dos semanas seguidas. Es complicado porque las expectativas crecen muchísimo y el cansancio mental es más acusado. Todo el mundo te recuerda que ganaste el año pasado, los recuerdos se amontonan, y de manera inevitable aparece una presión añadida de tener que hacerlo bien casi por obligación.
Al mismo tiempo, cuando uno viene de ganar ocurre algo parecido, con el añadido del estrés que genera cualquier victoria. Estrés mental y físico, ya que no sólo es la presión de jugar cuatro rondas con el cuchillo entre los dientes, sino todo lo que viene después de ganar, compromisos con los patrocinadores, ruedas de prensa, fotos, firmas…
Por todo ello, Rahm se sometía esta semana en el Farmers a una de las pruebas más difíciles que hay en golf y, con el añadido, de que era la primera vez que experimentaba algo parecido. Por si fuera poco, encima tenía la opción de ser Número 1 del mundo. La coctelera estaba a punto de estallar.
Las dos primeras rondas fueron como la seda, pero el fin de semana todo se complicó. Jon no terminó de jugar bien, saltó el viento, el campo se puso de uñas y la apuesta salió cruz. El sábado resistió como un jabato para mantenerse en la pelea, a pesar de un doble bogey final en el 18. Salió a cuatro golpes el domingo y atacó como siempre, como Jon entiende la competición. Pero las cosas no salieron. La vuelta se torció pronto y acabó cediendo mucho terreno.
“Ha sido un fin de semana duro. No recuerdo el último fin de semana que hice +8 en mi vida. Esto es golf. Sabía que iba a ser difícil. Es algo para lo que no estaba preparado. No sabía que iba a llegar tan pronto, pero lo bueno es que ya sé lo que va a pasar el resto del año y esto me va a servir”, comentaba en declaraciones a El Correo nada más acabar su ronda.
Rahm aprende rápido y el Farmers ha sido una experiencia más que ya tiene acumulada en la cabeza. Y ahora toca hacer borrón y cuenta nueva y afrontar el Waste Management Phoenix Open que arranca este jueves. Jon juega en casa.